Quiénes somos
Nuestra Congregación que lleva por título “Obra Misionera de Jesús y María” fue fundada por Madre María Pilar Izquierdo Albero el 14 de noviembre de 1939 en Madrid. Fue reconocida como Pía Unión el año 1948. El 27 de julio de 1961 fue aprobada en Logroño como Congregación de derecho diocesano, siendo el P. Daniel Díez García cofundador. La Iglesia la aprobó como Congregación de derecho pontificio el 12 de octubre de 1981, reconociendo su carisma y misión en la Iglesia.
Las hermanas abrazamos libremente este estado de vida en el que, guiadas por el Espíritu Santo, seguimos más de cerca a Cristo Jesús, y desarrollando en nosotras la gracia bautismal, nos entregamos totalmente a Dios, sumo Bien, y nos consagramos a edificar y extender la Iglesia en el mundo, mediante la perfección evangélica al servicio del Reino de Dios, ofreciendo un testimonio de fe y un signo de esperanza en la vida futura.
Como «Obra Misionera» todas nos sentimos llamadas a ser testigos del amor de Dios a los más pobres y necesitados de este mundo, viviendo nuestra consagración a Cristo, en la entrega al servicio del Reino de Dios en la evangelización, y el amor y devoción a nuestra Madre la Virgen Inmaculada con fidelidad y compromiso evangélico.
Nuestra Congregación nace impulsada y guiada por el amor a Cristo que nos reúne para ser una sola cosa en Él. Con Él y gracias a Él, llevadas por el espíritu que guio a nuestra Madre Fundadora Mª Pilar Izquierdo, acogemos la herencia que ella nos dejó y que el P. Daniel Díez, cofundador nos trasmitió y, con un impulso siempre nuevo, que nace del amor, hacemos nuestro su carisma y espiritualidad que nos lleva hacia Jesús, todo amor.
Nuestra identidad
En cualquier lugar del mundo
Para repartir amor
Viviendo con sencillez y gozo el Carisma que nos legó nuestra Fundadora
Qué Hacemos
Jardines Infantiles
“Dejad que los niños vengan a Mí, porque de ellos es el reino de los cielos.”, es para nosotras impulso renovador en nuestra misión educativa. Hemos de poner toda la delicadeza de nuestro corazón para formarles como verdaderos cristianos y evangelizadores que encuentran en Jesús el centro de su vida y la guía de sus sentimientos, inclinaciones, anunciando explícitamente a Jesús.
Colegios
La educación es un elemento esencial de la misión de la Iglesia y de nuestra propia misión. En nuestras escuelas y colegios hemos de dar vida a ambientes educativos impregnados del espíritu evangélico de libertad y de caridad, en los que se ayude a los jóvenes a crecer en humanidad bajo la guía del Espíritu.
Ancianos
Los ancianos, miembros débiles, son para nosotras comunión con el dolor y enfermedad. Acogeremos y pondremos “toda la delicadeza de nuestro corazón” en los ancianos tanto si están en un centro o no pueden acceder a ellos, atendiéndoles con suma caridad, extrema paciencia y mucha compresión.
Enfermos
Siguiendo las huellas de Cristo que pasó “haciendo el bien y curando a todos”, e interpeladas por las Bienaventuranzas “estuve enfermo y me visitasteis”, visitaremos y cuidaremos a los enfermos y ancianos, animándolos a que ofrezcan su dolor y limitaciones en comunión con Cristo crucificado y glorificado para la salvación de todos, sabiendo que quien atiende a un enfermo o anciano, atiende a Cristo en él.
Parroquias
En la nuevas Fundaciones nos presentaremos al Párroco para darle conocer nuestro carisma y misión siendo conscientes, como nos decía nuestra Madre Fundadora, que “La Obra es para la parroquia y no la parroquia para la Obra», colaborando con ella según las posibilidades de la Comunidad y su finalidad. Allí donde la Obra Misionera se encuentre nos interesaremos por conocer las familias del entorno parroquial y nos preocuparemos de llegar a los alejados de la Iglesia, ganándonos su confianza y cariño para poder anunciarles el Reino de Dios.
Misiones
Fieles al título que tenemos “Obra Misionera de Jesús y María”, hemos sido llamadas a dedicarnos enteramente a la misión, bajo la acción del Espíritu Santo. Una misión que no tiene límites geográficos y que la realizaremos allí donde sea necesario recordar y servir el designio de Dios sobre los hombres.
Hemos de ser conscientes que, para poder realizar esta misión, hemos de cultivar una profunda experiencia de Dios. Estaremos siempre dispuestas a cooperar en las misiones donde no se conoce a Dios o se le rechaza y, en la medida de lo posible trabajaremos no sólo para que se realice la obra apostólica, sino para acercar a Dios a sus vidas.
Cómo vivimos
Nuestra vida consagrada, como estilo de vida centrada en Cristo, significa vivir del amor y vivir para el Amor; por lo tanto, nosotras como Misioneras de Jesús y María, trataremos de dar respuesta a nuestro carisma, para convertir nuestro patrimonio espiritual en la expresión concreta del amor.
Como “Obra Misionera” todas nos sentimos llamadas a ser testigos del amor de Dios a los más pobres y necesitados de este mundo, viviendo nuestra consagración a Cristo, en la entrega al servicio del Reino de Dios en la evangelización, y el amor y devoción a nuestra Madre la Virgen Inmaculada con fidelidad y compromiso evangélico. Abrazamos los Consejos Evangélicos, la vida comunitaria, la oración y la misión como camino que afianza nuestra vocación carismática y hace visible la presencia amorosa de Dios entre los seres humanos.
Cristo y su evangelio son regla suprema de nuestra vida y de donde brota la primera fuente de nuestra espiritualidad. Cristo que, como Hijo obediente y obediente hasta la cruz, supo amar sin límite y sin barreras, nos muestra el verdadero camino que, nosotras como misioneras hemos de recorrer, configurando nuestra vida a la de Él, amando lo que Él amó y viviendo como Él vivió.
A ejemplo de María, nuestra Madre, no buscaremos los primeros puestos ni ser reconocidas ni admiradas; dejaremos como Ella ese lugar a Jesús su Hijo, sintiéndonos siervas inútiles que no merecen más recompensa que la de su Maestro y Señor. María, Sierva del Señor, supo acoger la voluntad de Dios y llevarla a término desde el amor y la gratuidad; nosotras acogiendo en nuestro corazón su testimonio y ejemplo de seguimiento, viviremos desde el amor y la gratuidad, convirtiéndonos así en presencia creíble de Cristo, de quien María la Virgen fue precursora.
Vida Fraterna
Las Misioneras de Jesús y María hemos sido convocadas a vivir en Comunidad por el Espíritu Santo. Por lo tanto, la vida fraterna en comunidad antes de ser una realidad humana, para nosotras, es una realidad trascendente, por lo nos esforzamos en crear comunidades fraternas en un clima de apertura, sinceridad, respeto y diálogo, acogida y perdón, para ser signo profético y testimonio creíble.
En la vida comunitaria alcanzamos nuestra plenitud. Vivimos la comunidad en la oración, en el trabajo compartido, en el proyecto comunitario, en la formación continua, en la recreación. La vida diaria de comunidad es una ayuda mutua para vivir con mayor autenticidad nuestra consagración y misión.
Nuestro carisma
Asumimos con gozo el carisma de nuestra Congregación entregándonos plenamente al Reino de Dios mediante la práctica fiel y amorosa de las Obras de misericordia. “Nuestro Amado quiere que las Misioneras de Jesús y María sean embajadoras de su Corazón Divino… y que por su gracia divina hagan lo que nuestro Salvador hizo en la vida activa”.
Para que esto sea una realidad visible, abrazamos la práctica, por amor a Cristo Nuestro Señor, de los Consejos Evangélicos, por los que desligadas voluntariamente de las cosas del mundo y de nosotras mismas, quedamos en libertad de espíritu para incorporarnos de un modo especial al misterio y misión de la Iglesia, dedicándonos totalmente al servicio de Dios y de nuestros hermanos, contribuyendo así, en la medida de nuestras fuerzas, a que Cristo sea conocido y servido en el mundo en que vivimos.
Nuestro apostolado
La Misioneras de Jesús y María, interpretando y respondiendo fielmente al carisma que nuestra Madre Fundadora nos confió, proponemos, como fines especiales, servir a Cristo y realizar nuestra consagración de vida:
- En la práctica fiel y amorosa de las obras de misericordia corporales y espirituales, pues “lo principal de nuestra Obra, son las obras de misericordia”
- Y, sobre todo, con los pobres, enfermos, clase obrera, niños y necesitados de cualquier orden que sean.
Para poder alcanzar estos fines, nos proponemos:
- Atender a los pobres, ancianos y enfermos en sus domicilios particulares o en centros propios u oficiales, según los casos.
- Acoger a los niños en centros de educación infantil, especialmente a los hijos de padres trabajadores, o enfermos.
- Conquistar para Dios a cuantas personas estén alejadas de las prácticas religiosas, facilitándoles la recepción de los sacramentos, y colaborando en la pastoral parroquial.
- Llevar esta acción a los territorios de misiones.